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Aquí estoy, Señor, si quieres hacer de mí un instrumento para el anuncio de tu Reino. Haz, Señor, que la comida sea para tener fuerza y servirte mejor; que use de las cosas de este mundo según las necesite, que estudie para conocerte y amarte y para ayudar a mis hermanos; que mi descanso sea para reparar las fuerzas gastadas y servirte mejor."      

                                                                                           

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-San Antonio María Claret

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Antonio nació en 1807 de una familia de clase trabajadora en Cataluña, una región noreste de España. Su padre fue obrero textil y en su casa de dos pisos empleaba a un número de personas en el primer piso de su taller. Cuando Antonio nació el 23 de diciembre de 1807 y a través de sus primeros años; su pueblo natal de Sallent estaba en el camino de la invasión de la armada francesa de Napoleón. Con el ejército llegaron ideas revolucionarias que afectaron España y la vida de Antonio. Su carácter fue forjado a través de las duraderas impresiones y experiencias de su niñez. Tales como: La vida en familia y oración, trabajo manual, competencia, creatividad, practicidad y sensibilidad hacia las necesidades de otros.

 

Los padres de Antonio eran prósperos, pero no ricos. Su padre era dueño de un pequeño taller textil donde Antonio laboraba una vez que tuvo la suficiente edad. Después de la ocupación francesa, tiempos duros llegaron a España. Mucha gente fue forzada a dejar sus campos y pequeños poblados por las ciudades más grandes. Antonio, el segundo hijo, no   heredaría nada de lo del negocio familiar; por lo tanto, su padre lo envió a Barcelona como estudiante y para trabajar en las grandes industrias textiles. Antonio, quien fue muy exitoso en la escuela de diseño textil y también en la fábrica textil, parecía destinado a convertirse en un exitoso hombre de negocios en la nueva industria textil.  Consecuentemente con tan solo 18 años dejó el hogar para dirigirse a Barcelona. Su pasión y sueño era el de convertirse en un gran industrial y dedicarse con gran pasión y creatividad. Con el propósito de no restringir sus estudios solo a teoría, fue a trabajar como técnico y diseñador especial en una gran planta maquiladora en la ciudad. Allí le fue ofrecida la posición de director técnico de una gran planta textil. Esto lo animo a mejorarse a sí mismo y su trabajo se convirtió en una obsesión para él. Noche y día visualizaba telas, modelos y nuevos procesos.

  

La espiritualidad engendrada por sus padres y comunidad parroquial comenzó a madurar en su propio proceso de discernimiento vacacional. Fue una semilla plantada por hacía ya tiempo. Animada por familia y amigos, pero con frecuencia olvidada. La práctica de virtudes, oración y sacramentos continuaron en este ambiente libre. Antonio estudiaba, vivía solo, trabajaba, tenía diferentes amistades y estaba expuesto a aquellas cosas que la sociedad no tenía.

Antonio llegó al punto de optar por consagrar su vida en servicio a Dios y estaba lleno de esperanza y consolación. Él compartió esto con su padre, quien al principio se sintió un poco decepcionado por la decisión. La preferencia personal de su padre hubiera sido que Antonio continuara con el negocio de la familia.  Pero reconoció que Antonio era ya un hombre maduro de 24 años de edad y lo animaba en su discernimiento.

 

Inicialmente Antonio sintió que su llamado era a la vida monástica. Un sacerdote sabio le animó a que iniciara sus estudios de seminario y que después de un año decidiera si en verdad su llamado era a la vida monástica. En ese primer año fue introducido a la lectura diaria de las escrituras y esto nutrió su vocación de convertirse en misionero apostólico. A la edad de 28 años completó sus estudios y fue ordenado sacerdote para la Diócesis de Vic. Comenzó su ministerio parroquial en su pueblo natal de Sallent. Una vocación profética surgiría de las escrituras, su vida fue nutrida y transformada por la eucaristía y su identidad como misionero seria descubierta en la vida de la Madre de Jesús.

Partió hacia Roma donde se ofreció a sí mismo al Papa como misionero. Mientras estaba en Roma sopesó su llamado a los jesuitas, pero su débil salud convenció a los superiores que ese no era su llamado. Inmediatamente regresó a España, donde irónicamente emprendió un repleto horario de trabajo como misionero.

Durante los años de predicación itinerante de Claret, el papa se le dio el título de “misionero apostólico.” Fueron años felices y exitosos.  Él tenía la habilidad de hablarle a cualquier persona: niños, jóvenes, profesionales educados, parejas en preparación al matrimonio y ancianos preparándose para la muerte. Sus mensajes siempre eran muy claros y significativos en ayudar a la gente en sus momentos de prueba.

Antonio se convirtió en uno de los predicadores más populares en el país. Sus misiones y retiros enfatizaban la devoción a la Eucaristía y al Inmaculado Corazón de Maria. También publicó cientos de libros y panfletos sobre la fe.

A la edad de 42, Antonio fundó los Hijos Misioneros del Inmaculado Corazón de Maria (Los Claretianos); más tarde sería co-fundador de las Hermanas Claretianas. Fue nombrado arzobispo de Santiago, Cuba en 1850. Así Antonio entró a un mundo donde había una inmoralidad desenfrenada entre el clero y donde existía un gran antagonismo hacia la Iglesia. Proveyó esperanza y predicación mientras escuchaba confesiones. Instruía a los esclavos y promovía uniones de crédito y tierras (granjas) de las cuales familias fueran dueñas. Las reformas por las cuales el abogaba le traerían enemigos y un asesino contratado le agredió lacerando su rostro y canilla. Antonio abogó para que se le conmutara la sentencia de su agresor a una sentencia de prisión en vez de la pena de muerte.       

       

Después de siete años fue llamado de regreso a España donde fue nombrado confesor de la Reina Isabel. Se sentía restringido en su nuevo rol, sin embargo, trabajó en una variedad de áreas. Fundó un laboratorio de ciencia, un museo de historia natural, escuelas de lengua y música y una asociación de escritores y artistas.

Fue exiliado de España y huyó a Francia durante la revolución de 1868 y murió allí dos años después el 24 de Octubre de 1870 a los 62 años de edad.

 

Fue declarado santo el 7 de Mayo de 1950. Aquellos que han seguido su camino, los Claretianos, hoy en día alcanzan los 3,000 miembros y ejercen su ministerio en más de 60 países por todo el mundo.

 

Él es heroico entre nosotros como misionero, fundador religioso, reformador social, capellán de realeza, líder de la Acción Católica y del rol de los laicos en la iglesia, escritor, publicador, arzobispo y sobreviviente de múltiples intentos de asesinato.

Si quieres recibir un libro gratis "Poor and on Foot," manda un email a: godeeper@myclaret.org

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