
Cartas Vocacionales – Julio 2019. Un saludo fraterno a las comunidades que no han perdido la esperanza en un mundo mejor, la fe en Jesús misionero que nos sostiene y el amor a las personas, especialmente las más vulnerables. Les invito a dialogar con el capítulo III de la Exhortación Christus Vivit que tiene una mirada profunda e interesante hacia el hoy de los jóvenes. Creo que a más de uno le habrá dado dolores de cabeza provocar el interés de los jóvenes cuando le piden alguna charla, algún vídeo o alguna dinámica; más aún si se tiene la intención de llegar a un diálogo transformador que se abra a la novedad de sus preguntas y sensibilidades que, a la vez, nos pueden provocar. El capítulo mencionado nos puede dar claves para tender puentes con la mentalidad del mundo actual atravesado por lo digital tan característico de nuestras sociedades contemporáneas, con sus límites y posibilidades. Así también, nos ofrece con dolor diversos contextos de muchos hermanos que a su corta edad son traspasados por situaciones límites que nos dejan en silencio; son circunstancias que hacen perder la juventud. Una de ellas es el fenómeno de las migraciones cuyas causas diversas se vuelven un desafío afrontar a nivel mundial. En este marco, como joven claretiano que intenta escuchar y dialogar con estos contextos y personas concretas con experiencia de vida, nos vendría bien direccionar la esperanza no sólo hacia adelante, hacia un mundo venidero, sino hacia nosotros, hacia el hoy, ya que eso nos/me motiva a comprometernos/me con la causa del Reino. Es aquí donde encuentro un motivo por el cual Jesús sigue siendo un modelo para todo el que quiera seguirlo. ¿Cuál es ese motivo? Demás está profundizar sobre un tema del cual se ha hablado y se sigue hablando bastante: el individualismo, tan difundido a escala global. Sin embargo, quisiera mencionarlo porque es un disvalor que se nos cuela fácilmente a nivel personal y en nuestras comunidades. Y quiero una vez más hacer memoria de cómo actuaba Jesús, pues él compartía la misión, se entregaba por los demás y a pesar de todo creía en el otro. Esto es, ponía la esperanza en el presente. Eso es lo que nos renueva constantemente, pues sabemos que solos, aislados de todo compromiso y replegándonos sobre nosotros mismos, perdemos fuerza, nos vaciamos, nos confundimos. En cambio, si nos animamos a apostar por la comunidad podemos afrontar la vida junto con otros, confrontándonos y discerniendo lo que es mejor en cada circunstancia. Es un camino espinoso, pero con sentido. ¡Animémonos a confiar en él, que VIVE!