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Mi llamado como Misionero Claretiano

Por el P. Art Gramaje, CMF


¡Jamás imaginé, ni en mis mejores sueños, que me convertiría en un sacerdote misionero! De hecho, en mi escuela preparatoria en 1978, Kennedy Catholic en Seattle, Washington, quedaban algunos pocos estudiantes del seminario menor arquidiocesano. Cuando veía a estos jóvenes caminando a clase por la mañana, recuerdo haber pensado: "¿Por qué alguien querría ser sacerdote?"

Pero todo cambió después de que comencé a trabajar para la compañía Lanier Business Systems después de graduarme de la universidad. Ganaba un buen sueldo y fue emocionante estar en un entorno empresarial altamente competitivo, pero después de innumerables llamadas de ventas, me preguntaba: ¿Esta es la razón que estoy aquí en la tierra? En aquel tiempo, había redescubierto la práctica de mi fe. Estaba creciendo en mi curiosidad de Dios. La pastoral juvenil en la Catedral de la Sagrada Familia en Orange, California, ofreció varias oportunidades para plantear buenas preguntas, conocer a otros jóvenes que estaban en un camino parecido y servir en varios ministerios. Fue un tiempo lleno de maravillas para mí y para la fe.

Eventualmente, dejé ese trabajo y me convertí en un ministro juvenil en la Parroquia de la Misión San Gabriel, cerca de Los Ángeles, a través del programa de Voluntarios Laicos Claretianos. Vivía, rezaba y trabajaba en comunidad con otros voluntarios en Los Ángeles. Seguí creciendo en la fe, mi propia identidad y una vida de servicio. Mirando atrás, servir dentro del programa de voluntariado me impulsó hacia adelante. Mientras trabajaba de cerca con los sacerdotes de la parroquia, me di cuenta de lo maravillosamente humanos que eran. Me llevó a hacerme la pregunta: ¿Puede ser que Dios quiere que sea sacerdote?

Entré en un proceso de discernimiento con un director espiritual y finalmente me llevó a considerar ser un sacerdote. Discerní con la Arquidiócesis de Seattle, los agustinos, los dominicanos y los misioneros claretianos. Estas diferentes llamadas tenían sus distintas ventajas y desventajas.

En aquel momento, 1988, la Iglesia La Placita en Los Ángeles era atendida por los claretianos y el párroco era el P. Luis Olivares. Hubo varias protestas contra la participación de los Estados Unidos en Centroamérica y los diversos abusos contra los derechos humanos contra el pueblo. La Placita fue el centro de estas protestas. El P. Luis fue un líder abierto e inspirador luchando por la justicia y la paz. Mi discernimiento se hizo más claro cuando vi al ejemplo del P. Luis. Pensaba en aquel entonces, y sigo pensando ahora: defender a las personas oprimidas es lo que los sacerdotes deben hacer en su ministerio. Mi decisión de unirme a los Misioneros Claretianos se estableció después de esta revelación personal.


Después de mi noviciado, estaba orgulloso de hacer mis votos a Dios como claretiano en agosto de 1990. Estoy agradecido por mi formación y estudios en la Escuela Jesuita de Teología en Berkeley, y mi año pastoral con mis hermanos claretianos en Filipinas. Estos años fortalecieron mi llamado y decisión a ser claretiano. El Arzobispo Raymond Hunthausen, otro héroe mío de paz y justicia, me ordenó sacerdote en 1994 en mi parroquia en Seattle.

Estoy agradecido por mis 30 años como Hijo del Inmaculado Corazón de María. Le pido al Espíritu Santo que continúe dándome las gracias necesarias para responder "sí" a mi vocación como Servidor de la Palabra. Le pido la fuerza y la orientación para compartir el amor de Dios en el mundo.


Los directores vocacionales, el P. Byron y el P. Rubi están listos para acompañarte en tu discernimiento y ayudarte a encontrar en un director espiritual si no tienes. ¡Ponte en contacto con ellos hoy!

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